Comentario No. 039
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Fecha: 1579, abril 22. Santo Domingo, La Española.
Tema: A finales de la década de 1570, el fiscal real colonial de La Española Gaspar de Torres recomendó la importación de grandes cantidades de negros esclavizados a precio asequibles para que trabajaran en las minas de oro de la colonia, junto con la terminación del monopolio comercial de Sevilla, como claves para la supervivencia de la colonia y como alternativa al muy extendido contrabando que disminuía los ingresos locales de la Corona
Fuente: PARES, Portal de Archivos Españoles--Archivo General de Indias, SANTO_DOMINGO, 51,R. 2, N. 34
Hacia finales de los 1570s, la práctica del contrabando sobre todo de bienes manufacturados y de africanos negros esclavizados en La Española por barcos mercantes de países distintos de España, a cambio de productos como el azúcar de caña, los cueros y la carne se había convertido en una realidad ampliamente extendida entre los colonos de todos los territorios del noroeste y oeste de la colonia.
Este comercio masivo no vigilado e ilegal desobedecía abiertamente y desafiaba frontalmente las leyes monopolísticas del creciente imperio español que intentaban forzar a los colonos de La Española a comerciar solo y exclusivamente con la metrópolis (y más específicamente con los comerciantes de Sevilla), forzándolos a comprar solamente los productos enviados desde la metrópolis a los precios impuestos por la metrópolis y a vender los productos de la colonia solo a la metrópolis y a los precios dictados por la metrópolis. El contrabando era esencialmente un acto colectivo de resistencia, y hasta rebelión, económica colonial, de parte de los habitantes de toda una región de La Española, y en cierta forma, de toda la isla, que lo vieron como su única manera de acceder a una vida material viable y justa.
En 1579, en una carta desde Santo Domingo a la Corona, el fiscal colonial real Gaspar de Torres describió en detalle lo muy arraigada que estaba la dinámica social local del contrabando, apoyada en un sentido de intereses compartidos, en una estrategia de secreto compartido, y en una violenta imposición entre los muchos que lo practicaban en la isla, mientras que comparaba con una tiranía las leyes oficiales monopolísticas españolas sobre comercio que lo motivaban. Uno de los principales puntos de este comercio fue la villa de La Yaguana (posiblemente cerca del actual Leoganne en la República de Haití, donde residían entre 80-90 familias “los más de ellos ricos o de medianos caudales, porque gente pobre es muy poca” y exportaban más de 40,000 cueros al año de acuerdo a Torres.
Como solución a una conducta colectiva que generaba una considerable evasión de impuestos reales y por lo tanto de potenciales ingresos reales en La Española, Torres propuso que se implementara la libertad transoceánica de comercio entre La Española y los puertos de la metrópolis distintos de Sevilla, junto con el proveimiento fácil y asequible por parte de la metrópolis de grandes cantidades de negros esclavizados (“alguna cantidad de negros no pequeña”) a los colonos con el fin exclusivo de escavar oro y bajo suficiente vigilancia como para asegurar que estos esclavos ciertamente se concentraran en esta tarea (que no se ocupasen en otra cosa y […] que no cesasen de andar a minas”).
Las palabras de Torres constituyen otro testimonio de la importancia que muchos colonizadores continuaron atribuyéndole, durante el último tercio del siglo dieciséis, a la disponibilidad de fuerzas de trabajo esclavizada para la supervivencia y funcionamiento de la economía de la colonia, y de la colonia misma como parte viable del imperio, mientras que su insistencia sobre la necesidad de vigilancia constante de los negros esclavizados nos habla de los esfuerzos igualmente constantes de éstos por resistir o escapar el agobio de la esclavitud colonial.