Comentario No. 035
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Fecha: 1545, abril 24. Valladolid, España.
Tema: Comunicación del Príncipe Felipe de España al oidor de Santo Domingo Alonso de Cerrato expresándole preocupación respecto a las rebeliones denegros cimarrones, los ataques que han protagonizado contra villas y zonas rurales del centro y norte de la isla, el miedo que esto ha generado entre los colonos españoles de esas zonas, y la necesidad de aplicar "gran castigo y sujeción" contra ellos de modo que permanezcan obedientes a sus amos. En su mensaje el Príncipe también se refirió a algunas comunidades de indios que supuestamente aún estaba sufriendo esclavitud en la isla
Fuente: PARES, Portal de Archivos Españoles, Archivo General de Indias, SANTO_DOMINGO, 868,L.2-250 Recto-Imagen Núm:499/766 - 251 Recto-Imagen Núm: 501/766
En abril de 1545 el Príncipe Felipe (futuro Rey Felipe II de España) expresó preocupación sobre las informaciones que había recibido de la colonia La Española sobre acciones violentas por “negros alzados” en varios lugares de la isla. El término racial “negros” parece usarse en esta comunicación en una manera bastante generalizadora para referirse a esclavos, mientras que la palabra “cristiano” parece reservarse para no esclavos. El futuro rey describió una situación de gran ansiedad colectiva entre los colonos y habitantes de La Española provocada por la rebelión de aquellos a quienes el orden social colonial había asignado el rol de trabajadores forzados de por vida (con la excepción de unos pocos casos de manumitidos que aparecen en las fuentes archivísticas de vez en cuando).
Los rebeldes negros eran tantos decía el Príncipe, que los residentes de villas como La Vega, Puerto Plata y Santiago, en la zona nor-central de la colonia, no se atrevían a salir al campo excepto en cuadrillas, mientras que los mineros se juntaban a dormir en grupos de ocho con sus armas a la mano. Entre los lugares mencionados como escenarios de ataques por los “negros” había sitios lejanos como Samaná, San Juan de la Maguana, y La Yaguana, así como fincas rurales de dueños particulares en lugares no especificados.
Además de involucrarse en luchas físicas con los no esclavos, durante sus ataques los rebeldes negros se dice que se “llevaron” con ellos a otros esclavos tanto hombres como mujeres. Se dice que su presencia se hizo más agresiva al oeste de San Juan “camino de la Yaguana” . Se menciona una comunidad cimarrona localizada “en la costa” de la península Samaná “a la parte del norte” (…) “en ciertas lagunas”. Se propuso establecer un impuesto a los dueños de esclavos “los que tenían negros” para financiar la construcción de ciertas embarcaciones con las cuales se pudiera lanzar un ataque a los rebeldes por el mar pero no se logró un consenso sobre el asunto.
El Príncipe también informó “que los negros es gente que tiene necesidad de gran castigo y sujeción porque si sienten en sus dueños o en los que los mandan algún miedo, o que no les osan mandar, no les tienen en nada. Y por esto es necesario el castigo y sujeción en ellos y que por no dársele cuando hay necesidad, después cuando por fuerza lo han de ser, se alzan y van a los arcabucos y hacen lo que hacen”.
El Príncipe también había recibido información, con toda probabilidad de parte de otros en Santo Domingo, de que el visitador real enviado a La Española a quien se dirigió esta carta quería restructurar o matizar los tipos de castigos “poner tasa en el castigo” que se aplicaban a los esclavos negros rebeldes. De acuerdo a esas otras voces coloniales esta revisión “podría ser causa que tomasen de ello tanto favor que no querrán hacer lo que les fuere mandado, y sus dueños no los osaran castigar, y por dejarlo de hacer podría ser que se alzasen mucha cantidad de ellos y esa tierra corriese peligro”. El Príncipe alertó a su visitador sobre la importancia de estas circunstancias e insistió ante el en que encontrara un “remedio” efectivo a la situación y le informara a la Corona de los resultados en el asunto.
En esta misma carta real, encontramos al Príncipe Felipe refiriéndose al hecho de que todavía había dentro de La Española, así como en el distrito de la Audiencia de Santo Domingo en general, lugares donde “muchos indios e indias” estaban siendo esclavizados, e insistió que se les debía liberar, “especialmente todas las mujeres de cualquier edad que sean, y los varones niños que eran de catorce año abajo al tiempo que los tomaron e hicieron esclavos”. Sin embargo, se tenía la preocupación que estos indios libres “sirvan y no anden perdidos, especialmente las mujeres que dizque lo andan muchas de ellas”.
Esto constituía una repetición de la ambigüedad ya expresada por la corona con relación a los derechos de los pueblos indígenas una vez la conquista se desató sobre ellos. Se les consideraba no enteramente capaces de ejercer la libertad y en necesidad de supervisión por parte de “amos” que los adoctrinaran en el cristianismo y los pusieran a trabajar a cambio de “el salario que pareciere justo”, y de manera que los indios “no anden ociosos y por causa de ello se pierdan”, un arreglo político ordenado desde la distancia de la metrópolis que dejaba demasiadas puertas abiertas a serios abusos contra los pueblos indígenas.