Comentario No. 006
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Fecha: 1518, Marzo 2. Valladolid, España.
Tema: Licencia de la Corona de España autorizando al tesorero real de La Española, Cristóbal Tapia, a contratar y lleva a esta colonia desde España hasta diez técnicos o artesanos para edificar un ingenio de azúcar de cañas, así como quince esclavos negros y dos esclavas negras.
Fuente: PARES, Portal de Archivos Españoles—Archivo General de Indias, INDIFERENTE,419,L.7, F.697V-698R
Durante la segunda mitad de la década de 1510 algunos de los colonizadores de La Española comenzaron a experimentar con la fabricación de azúcar de cañas como negocio alternativo a la minería del oro que había prevalecido en las décadas anteriores. Por entonces el negocio de producción de azúcar basado en la organización de plantaciones era una práctica en pleno auge en las Islas Canarias y las islas Madera. La Corona española, muy preocupada por la necesidad de mantener pobladores en la colonia, apoyó activamente la empresa azucarera en la isla, mediante exenciones impositivas y préstamos de dinero a los nuevos empresarios.
Los hermanos Cristóbal y Francisco Tapia eran dos colonizadores cuyos nombres aparecen en las publicaciones históricas entre los pioneros de la manufactura azucarera comercial de La Española, citados desde temprano por cronistas de la conquista y colonización de la isla tales como Gonzalo Fernández de Oviedo. El documento del caso tiene la interesante característica de ser una fuente primaria que muestra algunos aspectos interesantes del intento por uno de los Tapias de activar y explotar este negocio en La Española. Pidieron permiso a la Corona para importar dos recursos humanos imprescindibles para la empresa: expertos en el tratamiento del guarapo o jugo de las cañas para transformarlo en azúcar (“maestros de azúcar”), por un lado, y los peones encargados de sembrar, cultivar, cosechar, cortar, moler, hervir, batir, verter y cristalizar el jugo y finalmente de pulverizar sus cristales. Siguiendo el precedente del negocio del azúcar de caña de las Canarias y las Madera, el tipo de trabajadores preferidos para las fincas de cañas de azúcar, llamadas ingenios por sus mecanismos de molienda, eran los africanos negros esclavizados.
Cristóbal Tapia había presentado una petición a la Corona indicando que le resultaba difícil encontrar los técnicos adecuados en los territorios ibéricos y pidió permiso para traerlos desde dondequiera que los pudiera encontrar y de cualquier nacionalidad. Parece haber solicitado también licencia para llevar quince negros esclavizados y dos negras esclavizadas a La Española, muy probablemente para trabajar en el futuro ingenio.
La Corona concedió lo solicitado por Tapia, que era parte de la burocracia colonial de la Corona en Santo Domingo como veedor o administrador de las propiedades, bines y mercancías del rey en la colonia, y una licencia para introducir los esclavos se le concedió el mismo día en que se le dió el permiso para contratar e importar técnicos no-españoles a la isla, un favor cuya excepcionalidad respecto a las reglas emitidas por la Corona en el tiempos inmediatamente recientes se mencionó explícitamente en el lenguaje de la importante licencia real.
La licencia para importar los esclavos solicitados se le concedió a Tapia “con la limitación que está mandado”, una alusión a la restricción vigente a la entrada de población no-cristiana. Este manuscrito, por tanto, es evidencia de cómo muchos negros esclavizados fueron embarcados hacia La Española para faenar en el duro trabajo del agro-negocio azucarero desde sus mismísimos comienzos en la colonia.